viernes, octubre 17, 2008
Medio día es exactamente lo que me ha durado el buen humor, hasta que me ha estallado la sonrisa en plena cara.
Y no aprenderé a cerrar la boca, ni los postigos. Y no aprenderé a inventar oasis en plena ciudad.
Y no aprenderé a retirar la mano o, mejor aún, a no sacarla del bolsillo.
Y no sé si es la rabia de no poder dejar de ser yo misma la misma estúpida o el escozor de la palmada, pero aún me pica el dorso de la mano.
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