martes, diciembre 21, 2010

 

Cuando estás gordo tienes mucha mierda en la cabeza. MUCHA. Más de la que piensas. Lo sé.

Una de las frases que he oído con cierta frecuencia últimamente es: “Es más fácil ser delgado que estar gordo”. Sí, claro, mis cojones 33 –pensé la primera vez que lo oí. ¿Por qué? Porque nos sobreadaptamos. Somos bichos preparados para la supervivencia a toda costa.

Sublimamos, obviamos, escondemos, engañamos a propios y extraños. Nos engañamos de un modo alucinante. Y esto requiere energía. Una energía que gastamos en eso en lugar de enfocarla a controlar nuestra vida. Viva las excusas.

Si el culo no nos cabe en el asiento, es porque es demasiado estrecho, que los hacen aposta para ganar espacio y dinero. Y nos encogemos, cruzamos los brazos por delante. Si la silla cruje es porque es de mala calidad. En el fondo, sentimos esa vergüenza insoportable que asfixiamos de cualquier forma rezando para que los demás no lo vean, oigan, piensen.

Si no hay ropa en ninguna tienda es porque está toda hecha para anoréxicos, no me jodas. Bueno, si vas a una tienda donde no pasan de la 36, a lo mejor. Pero si lo que buscas es una 54, a lo mejor no es una talla tan común… Buscas ropa de tu talla y resulta que vale un potosí y tampoco te queda tan bien: si se ajusta porque eres el muñeco de Michelín; si cae porque pareces una mesa camilla. Te acabas gastando una pasta en lo que te cabe, no en lo que te gusta.

Por supuesto, dejas de entrar a casi todas las tiendas de ropa informal y asequible. Son todos un nido pro-niñatas anoréxicas. Tienes que ir más lejos y gastar más.

Si los demás paran y tú sigues con hambre es porque son unos tiquismiquis que no saben disfrutar de las cosas y se autocastigan. El problema ¡por favor! lo tienen ellos. Sales de los restaurantes embotado, rodando.

Si no te cabe el anillo, lo agrandas, copón, será por joyerías.

Si en las fotos no sales tú, sino una masa informe que parece habérsete comido: 1. eres poco fotogénico, 2. el fotógrafo tiene mala leche y te ha cogido en cualquier ángulo 3. a quién narices le gustan las fotos, no te haces y punto.

Podría seguir hasta hacer otro blog como este. Pero creo que ya puede entenderse la idea.

De cosas así me he ido dando cuenta conforme he ido perdiendo peso. Antes, de haberlo leído, me habría cabreado como una mona. La limpieza de la mierda que tenía y tengo acumulada está siendo importante. Y descubro una nueva lucidez que es sólo parte del tratamiento. Porque lo importante no es perder el peso, lo importante es descubrir la medida de cada uno y no volver a perder el control de una forma tan abrumadora.

Hasta qué punto un gordo renuncia a su vida.

lunes, diciembre 20, 2010

 

Voy a echar de menos algunas cosas, pero de ningún modo hacen que desee mirar hacia atrás. La lección de la esposa de Lot la tengo bien aprendida.

Quizás un nuevo cambio sea una nueva huida. Y me pregunto si vuelvo a escapar buscando un nuevo comienzo, un borrón y cuenta nueva.

Pero esta vez no. Me voy yo, con mis nombres, mis alter ego, mi vida, mi cuerpo, mi cabeza.

Cuando el jevi me ha dicho que le da cierta pena dejar la casa donde tanto ha vivido (bueno y malo) yo le he mirado sorprendida. Los buenos recuerdos son los que compartimos y bueno, esto son sólo cuatro paredes. La familia, la vida, la ciudad va con nosotros (sí, otra vez Kavafis).

La casa (esta que acabamos de vender) tiene una distribución estupenda, tiene luz. El barrio está plagado de comercios. Tengo un Corte Inglés a cinco minutos y cualquier tienda que podáis nombrar de ropa o complementos. Debe de ser el punto mejor comunicado de la ciudad en cuanto a transporte. Tenemos 4 o 5 colegios en un radio muy pequeño.

Mis vecinos son gente tranquila y amable. Mi vecina de enfrente, la que tiene síndrome de Diógenes (estoy segura) a sus cuarenta y poco y es alérgica a la escoba y al trapo, es un cielo. Y lo digo en serio. Su gata es nuestra gata, Minibere los visita a diario y compartimos platos y tartas cuando nos salen ricos.

Mis muy mucho mejores amigos viven a 10 minutos andando. Sobre todo ella, que dice que le gusta tenernos a mano, pero que no me canso de decirle que es recíproco.

Pero no.

Yo me alejo de la inmigración ruidosa. De los colegios públicos con mala fama. Del concertado (privado en infantil)  donde la educación religiosa es obligatoria sí o sí. De la calle estrecha donde los borrachos pasan gritando y no puedes abrir las ventanas en verano, de las voces de los que juegan al fútbol en la calle a las 2 de la madrugada, el puto reguetón de los cojones, la tele de los de enfrente, que parece que en ese maldito bloque no se duerme en verano nadie antes de las 4 de la mañana o sus voces a mil decibelios (que no hablan, gritan) mientras se visten para salir. De la esquina donde en cuanto hace un poco de calor se reúnen una media de 17 a jugar a las cartas, contarse sus cosas (oh, sorpresa, a gritos) y zanganear con sus críos (que juegan, para variar, a gritos) hasta las mil de la noche.

Me alejo de los comercios petados, me alejo del tráfico, de tener que pagar una plaza de garaje y de no poder aparcar nunca en mi calle. De tener que andar un cuarto de hora para llegar a un parque infantil que siempre está hasta la bandera. De tener tan solo una piscina cerca (a 20 minutos en bus ¿¿lo es??) que está tan llena que ni se ve el agua.

Del calor pegajoso en el asfalto, de la cuesta que tengo que subir a pleno sol, de que no se vea el cielo. De un piso que se nos ha quedado pequeño, de tener los libros en el altillo, de no poder poner aire acondicionado, de no tener terraza, de tener un solo baño sin ventana. De no tener un trastero donde poner los juguetes, la bañera o el carrito de Minibere (y tenerlo a la vista o en casa de mis padres a 500 y pico kilómetros). De no tener un simple hueco para poner un acuario.

¿Darme pena a mí marcharme?

Pos mirusté…

sábado, diciembre 18, 2010

 

Hoy he estado en un cumple infantil y he vuelto a dar gracias a Dior por no haber ejercido nunca como maestra. Titulación oficial y todo.

No entiendo a las pijomadres, es que no me entra en la cabeza. Más de 40 niños, la mayoría de unos 4 años y dos animadoras haciendo ciencia para peques (genial, las chicas). Llego a la fiesta y… no veo a los adultos. Los padres de la del cumple, tres parejas que eran familia suya y ni un padre de los del cole a la vista. Los pocos adultos en otra habitación, por cierto.

El ruido era ENSORDECEDOR. Gritos, empujones, saltos, carreras. Uno llorando, otra subiendo por donde no debía. Unos intentando ponerse coca cola sin poder abrir la botella, otros buscando a su madre. Varios divirtiéndose hinchando globos con un inflador para explotarlos a mi lado (putos críos). La mayoría entretenidos con el espectáculo pero COPÓN ¡¡que tienen 4 años!!

Pues nada, han llegado las pijomadres, han soltados a sus churumbeles, y se han ido al VIPS. Con dos cojones y un palito. De qué y de cuándo puedo hacer responsables a dos animadoras y a unos padres de más de 40 bichos rabiosos.

Ni tarta, ni cumpleaños feliz ni nada. Minibere, pobre mía, buscando a la del cumple para que le enseñara su cuarto (cuarto que no tenía porque esa no era su casa sino un piso vacío); preguntándome que cuándo cantábamos; llorando porque la empujaban y la tiraban al suelo (es lo que tiene tanto niño en un salón y una minibere más bajita que todos).

Ha habido un rato en el que casi me echo a llorar yo porque aquello no había dios que lo soportara. Cuando una compañera de clase de minibere me ha dicho: mamá de minibere, cuándo viene mi mamá? Me quiero ir a casa, estoy muy cansada.. He codigo a Minibere y me he pirado.

En fin, que iba a escribir un post más o menos divertido pero no me sale: estoy cabreada y, sobre todo, me han dado mucha pena los niños que no encontraban a sus padres. Que digo yo que si te molestan los niños, usa condón, hazte la vasectomía, una ligadura o machácatela con dos piedras. No tengas tres seguidos para que te los cuide “la chica” y luego “descanses” de ellos a la más mínima.

En cuanto al nivel de desquiciamiento al que he llegado con los gritos, lo que tengo que compartir es la conclusión a la que he llegado: el infierno, que lo sepáis, no es una cueva de roca y fuego donde asan despacito a los malos. El infierno es una fiesta infantil sin adultos. Lo que yo os diga.

Pss pss sgueme
Bereni-C reloaded

Marcas de ganaderos
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