miércoles, abril 28, 2010

Mi empresa tiene un nombre. Un nombre conocidíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo en su campo y que yo no había oído en la vida hasta que me llamaron para la segunda entrevista. Vamos, ni yo, ni el resto del mundo mundial.

Pero la cosa es que está relacionada con temas de salud y son muy cuidadosos con la imagen que dan. Hasta ahí, bueno vale.

La que armaron con lo de la Gripe A fue… la repera. Charlas, carteles por la oficina, una caja de pañuelos desechables por mesa, un bote de desinfectante por pareja. A cada grupo le asignaron portátiles y se hicieron pruebas trabajando desde casa, por si se declaraba un brote en la empresa. Antes de marcharnos, debíamos recoger todo lo que hubiera encima de nuestra mesa para que las señoras de la limpieza pudieran desinfectarlas cada tarde.

Como nos dijo el gran jefe gordo: teníamos que dar imagen y ejemplo. Que somos una institución y bla bla bla.

Por eso, también trajeron un médico y le montaron una consulta en la planta VIP.

Y empezó a subir gente a hacerle consultas… y empezó a bajar gente con tiritas minúsculas en las orejas o hablando de las propiedades del agua.

Y es que este señor es homeópata.

Y mi empresa tiene que dar ejemplo.

Ejem.

En fin.

Menos mal que siempre llevo en el bolso ibuprofeno, porque me da a mí que el efecto placebo no va a ser lo mío.

miércoles, abril 21, 2010

Hay días que van apretados, como tallos de ramos de flores. Es un día que se convierte en dos, en tres, pero siempre es el mismo. Y yo llevo un día (varios) cabreada con el resto del universo conocido (y por conocer).

Todo empezó hace una semana, cuando alguien con una llave la utilizó para pellizcarme ahí donde le había dado acceso.

Son cosas que pasan. Y dejará de ser. Pero mientras tanto, cómo jode.

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El trabajo son minutos que vuelan sin apenas levantar la cabeza. Dinámico, estresante. Mola.

Perlita ha desaparecido de mi mapa, o casi. Nos sentamos tan lejos que apenas la veo de vez en cuando, pegadita a Mauro. Mauro, pobre hombre. Echa más horas que un tonto y apenas se levanta de su sitio: no le da tiempo. Tiene tanto volumen de trabajo que un día de estos va a reventar. Su jefe, después de pedir una y mil veces un puesto de apoyo, lo consiguió hace poco. ¿Adivináis quién es su apoyo? Bingo. Lo dicho: pobre hombre.

Todo este año he comido con él en el mismo grupo y ya ni baja a su hora. Viene más tarde, arrastrando los pies y con Perlita subida a su chepa. Él come en silencio (¡cómo echo de menos su humor negro y ácido!)… Perlita come preguntando por la inmortalidad el alma de la mosca pero, por suerte o por desgracia, nunca al alcance de mis oídos.

Yo, que vivo en mi único ramo de días, como rápido y subo a la oficina. Que estoy más callada desde que cambié de puesto, me dicen. No, no, lo que estoy es hasta los mismos cojones de oír a la embarazada del grupo con su monotema y su victimismo. Me pregunto si los demás tienen más capacidad de aguante y saben disimular mejor; si soy demasiado picajosa o si es que los demás no ven lo mismo que yo.

También me he cansado de determinados temas de conversación. Y es que el despelleje selectivo, las confabulaciones del enemigo opresor o las especulaciones sobre lo que hace o no fulanita o lo que cobra… me la traen al pairo.

Ahora entiendo por qué en esta empresa hay determinadas personas que NUNCA desayunan con nadie ni quieren juntarse con otros. Y yo voy por el mismo camino. O no. Manojo de días.

Jate, ahora que me aceptan, ahora que estoy integrada… no me gusta lo que veo.

En fin, es cuestión de pasar por encima y de quedarse con lo bueno ¿no?

Y en esas estamos.

Pss pss sgueme
Bereni-C reloaded

Marcas de ganaderos
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