domingo, noviembre 29, 2009

Y es que eso es mi casa desde que Minibere empezó a hablar. Que ya sé que los niños de cada uno son los más monos, los más guapos, los más graciosos… Lo que pasa es que, si como ha sido mi caso, no has tenido apenas contacto con niños pequeños desde que lo has sido tú mismo, hay cosas que te dejan tal que entre poner esta cara O_o y el descojone.

La última, ayer. Estábamos jugando con plastilina cuando hizo un fideo-rulo gordo. Ain mi niña, que está hecha una artista. Modo madre con cara de atontada sonrisa bobalicona ON:  ¿Qué es eso, hija? ¿Una serpiente o un gusano?

- Mamá ¿es que no lo ves? Pues qué va a ser: ¡un pito! ¡Cuidado que se hace pis en la mesa cuidado cuidado!

…sin comentarios…

miércoles, noviembre 25, 2009

Minibere está aprendiendo inglés en el cole, miratú, con tres añitos. Debe de ser pa verlos.

El día que llegó cantando “hello teacher, how are you, nice to meet you, and you too” haciendo gestitos y pronunciando “too” como “chu” y lo demás casi correctamente, su padre y yo nos miramos con lágrimas en los ojos –snif- ain nuestra niña de nuestra alma.

Lo siguiente fue enseñarnos lo que estaban aprendiendo esa semana. Minibere se señaló un ojo y luego el otro diciendo: uan end chú, uan end chú (snif, ain). Luego, se señaló las orejas, primero una y luego la otra, diciendo: uan end chú, uan end chú (doble snif ain). Después nos miró sonriendo y nos dijo: papá, mamá ¿véis? orejas se dice en inglés igual que ojos.

Ayer volvió entusiasmada cantando el nuevo villancico que está aprendiendo y que dice tal que: yingol bels, yingol bels, yingol ORZOWEI…

En fin, pero en matemáticas seguro que va a ser un hacha, que lo sé yo…

martes, noviembre 24, 2009

Ayvalaostia qué frío hace de golpe y porrazo. Con lo calurosisísíma que soy y hasta me duele la nariz de frío.

Y lo caro que sale el invierno, leñe. Me he dejao en El Tijeretazo Británico (sí, me gusta y sí, es a lo único que llego a tiempo al tenerlo al laíto del curro) un cojón entre zapatillas de felpa, leotardos pa minibere y calcetines doble grueso. Bueno, a lo mejor ha contribuido un poco a ese cojón el desodorante que también he cogido… y el kit de cepillo de dientes de viaje con su pastita (taaaan mona) y las pinzas de depilar CON LUZ (lo juro por esnupi).

A ver si me echan ya de una puñetera vez y el próximo curro lo tengo al lao de un Alcampo cagonsanpeobendito.

martes, noviembre 17, 2009

El siguiente señor sin dientes que nos sacaron sí era mi papi de mi corazón. Y tuve que hacer un esfuerzo muy grande por no echarme a llorar, tan pequeñito en su cama, tan desvalido, tan atontado.

El primer día casi no lo vi porque me tocó hacer de RadioTaxi. Y es que lo malo de no tener hermanos ni jevi con carné es que todo te toca a ti. Así es que por la mañana recogí a mi madre, volví, recogí a mi madrina, llevé a mi abuela, llevé a mi madre a unos recados, las recogí a todas del hospital, las llevé de vuelta a sus casas… A la cuarta vuelta casi les pido que piquen el billete, menudo complejo de chófer de autobús.

A las 9 de la noche yo ya no sabía si iba o venía, si me habían operado a mí o al vecino del quinto y si mi abuela fumaba.

Y poco más, porque el segundo día por la mañana me llamó el operado para decirme que allí ya no lo querían más (tsk, desagradecidos, con lo que adornaba) y que para casa. Que le llevara el chandal gris (voz de mi madre de fondo: ¡qué gris ni qué gris! ¡es azul! ¡nena, el azul!). Mi padre: es gris, hija, es gris, no le hagas caso a tu madre.

Abro el armario. Mi padre tiene dos chandals (chandals??? chandales???): uno gris con una raya azul Y OTRO AZUL con una raya gris. Meto los dos en una bolsa y que discutan cuando los vean, yo ya no estoy pa pensar.

Y bueno, ya está. El bulto maligno es historia, parece que se ha pillado muy a tiempo y todo ha salido tan bien que probablemente no sepamos más del asunto. Él ya está en su casita y nosotros en la nuestra a 500 y pico kilómetros :-/

Muchas gracias a todos los que habéis preguntado y me habéis animado. :-)

sábado, noviembre 14, 2009

Las puertas que llevan a la sala de reanimación (o recuperación o lo que sea) se abren automáticamente con un FFFFSSSHHHH a lo nave espacial cada 5 minutos, lo cual conlleva, al mismo tiempo, el giro apresurado de todo cuello cercano a la misma, no vaya a ser que el familiar recién cosido salga y todos mirando pa Pamplona.

Por la puerta vienen y van enfermeros y familiares FSSSSSH como Pedro por su casa FSSSSSH de modo que, a la media hora, tenemos el cuello jodido de tanto volvernos a ver si el señor malito de la camilla es el nuestro y los nervios desquiciados de tanto oír latas de refresco FSSSSSSSH a la espalda. Vamos, más o menos como un partido de tenis jugado en los pasillos de la entrada de Control, la organización para la que trabajaba Maxwell Smart, el Super Agente 86.

A las 11 de la noche aparece un celador repeinao a lo actor antiguo y con sonrisa de dientes super clink.

- Es usted el celador? –pregunto.

- Sí, vengo a llevarme a cuatro –(*clink*) 

- Ay menos mal. Oiga ¿le importa sacar primero al señor que hay dentro que no tiene dientes?

- Jeje, claro mujer.

- Muchas gracias, hombre.

Diez minutos después sale empujando una camilla.

- Bueno, aquí lo tenéis.

El señor de la camilla nos mira. Nosotras miramos al señor de la camilla. El celador *clink* es el único que sonríe.

- Esto… oiga… que no tiene dientes, pero no vamos a llevarnos a este señor, que no es nuestro.

(Ya he dicho que fue un día muy largo ¿verdad?)

viernes, noviembre 13, 2009

Con la espalda como para protagonizar anuncios de 7 Up (es decir, hecha un siete) y el culo cuadrao de estar sentadas en incómodos bancos de hospital, POR FIN, a las 7 menos cuarto de la tarde, sale el señor cirujano número 1 con el señor cirujano número 2 (un chico joven con barba que parece primo de Melendi) y nos dice que todo chachi guay piruli, que en dos días mi padre podrá tocar el piano, hacer el pino puente y hablar ruso al mismo tiempo (bueno, algo así dijo, la verdad es que no lo recuerdo bien).

Pasamos a la mini salita de espera junto a la sala de reanimación (o recuperación… vale, sí, lo sé, la memoria no es lo mío). Hay una ristra de seis o siete silloncitos con sus siete familiares-dolientes  apalancaos y mi madre y yo los miramos con cara de “ay qué dolor” durante una hora o así hasta que sale un celador empujando una camilla y los parientes del recién cosido se levantan como Chiquito de la Calzada para verlo, y mi madre y yo saltamos cual leonas sobre su presa a los sillones. De ahí ya no nos mueven ni con agua fría, ni pa ir al baño, ni pa comer ni na de na: no hay dolor.

Otra hora y el hambre empieza a hacer estragos. Estamos cansadas y hechas polvo de tanto nervio y tanta espera. Por supuesto, seguimos cargando con la bolsa de la ropa y enseres de aseo para la estancia en el hospital y todos los efectos personales de antes de entrar al quirófano de prisa y corriendo. ¿Quieres un caramelo de miel y limón? Dice mi madre, sacando de la bolsa de caramelos la dentadura postiza de mi padre…

Las carcajadas debieron de llegar hasta la recepción.

Sí, definitivamente, el día estaba siendo muuuy largo.

miércoles, noviembre 11, 2009

Ayer fue nuestro aniversario de boda. Empezamos la celebración levantándonos temprano y plantándonos mi madre, mi padre y yo en el Clínico a las 10 y media de la mañana. Después de un par de cambios de fecha, había llegado el día D. Es decir: el día de dejar la próstata de mi señor padre (con su bultito maligno dentro) en el hospital.

A cambio nos habían prometido (no necesariamente por este orden): una habitación a compartir con otros tres señores, temperatura digna del Caribe en temporada alta, sillas de las de destrozar espaldas, personal sonriente y paciente, y paseos interminables por el laberinto del propio hospital. Vamos, como Disneylandia pero todos de blanco.

Allí nadie sabía nada hasta que no volviera la señorita de ingresos. Y esperamos a que nos dijeran a qué número de habitación dirigirnos.

Y esperamos…

Y esperamos…

Mi presencia debía de intimidarles. Vaya por dios, si llego a saberlo me hubiera marchado a las diez y treinta y uno. Cinco minutos después de irme, a las dos y media de la tarde, dieron la voz de alerta (mei dei mei dei, la ballena se ha sumergido, mei dei, plan quirófano a toda leche) y llegó un señor, se llevó a mi padre a la primera planta con muchas prisas y lo metió al quirófano dejando a mi madre en la puerta con un puñao de ropa en la mano, la dentadura postiza y las gafas del pobre hombre.

Iba a ser un día muuuuuy largo.

viernes, noviembre 06, 2009

Para ir lloriqueando y soltando babas por el blog, me planteo si darle un descanso.

Hoy he revivido el momentazo disgusto sumo en el curro de hace dos años y por el que decidí abandonar la empresa en la que estaba. Pero esta vez ha sido en el algodonal actual y a primera hora, por lo que me he pasado todo el santo día con un nudo en la garganta que no he podido soltar hasta subirme al coche, y después he estado llorando durante una hora como si se hubiesen abierto las compuertas del cielo.

No he podido comer.

Que para estar mal, estoy en el paro. Pero es que para no poder comprarme una casa porque no nos den la hipoteca por estar en el paro… pues no sé si seguir jodiéndome viva.

Hoy he celebrado el cumpleaños de minibere en casa, con una semana de antelación para que no coincida con la operación de mi padre.

He conseguido comer algo.

Tengo náuseas.

Y lo veo todo negro, claro.

Y en esas estamos.

Qué bien ¿eh?

Pss pss sgueme
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