domingo, febrero 27, 2011

 

Odio ir a comprar ropa. De siempre. El haber estado años yendo sólo a tiendas concretas probándome lo que me cabía y no lo que me gustaba, no ha contribuido precisamente a hacerme cambiar de opinión.

No entiendo a esas féminas que disfrutan yendo de tienda en tienda a probarse porque sí. Sin intención de comprar o llevando una montaña de tela en los brazos a-que-es-mono-lo-NECESITO-en-rojo-sí-o-sí. Los ojos a lo Candy Candy o Guerrero Luna, cuajaditos de estrellas ¿Para qué quieren tanta ropa? Si con la mitad ya sobra. A mí, si hubiera que castigarme, esta sería una de las peores formas que se podría imaginar. Encontrar cosas puestas al (lo que a mí me parece) tuntún. Una vez que ves algo que te gusta, acierta con la talla (que en la misma tienda varía según la prenda) y luego, haz cola en el probador, quítate lo que llevas puesto y ve poniéndote cosas. EL HORROR. Y si no has acertado y tienes que volver a vestirte para salir y buscar y volver a desvestirte y… bueno, en fin, que LO ODIO.

Ahora tengo que comprarme ropa SÍ o SÍ. He tenido que desechar toda la mía y la escasa que tengo se me cae. Ayer fue el momento que tanto he ido retrasando. Nudo en el estómago.

La primera imagen, impactante: hombres desesperados, cargados de bolsas, en los escalones de las tiendas, con cara de “lo que hay que aguantar por un kiki al año”. Estuve a punto de pedirle a uno que me hiciera sitio, pero entonces recordé que NECESITO poder ponerme algo.

Objetivo número uno, por cuestiones de orgullo (y especial inquina a las dependientas que me han mirado con cara de ajo cuando he entrado a por ropa de niños) esa tienda en la que llevo más de 10 años sin mirar ropa para mí: ZARA. Me meto en el probador con varias blusas y vaqueros. Las blusas de la L me están bien (snif, emoción) y con los pantalones me cojo un rebote del 15. En el stand sólo hay 36 a porrillo, un par de 38 y un par de 40. Si yo estoy ahora un kilo por debajo de mi peso y el pantalón que llevo es de la 40 y se me cae, la 40 de Zara no me pasa de la cadera y me ha costado un potosí que suba de la pantorrilla ¿¿ESO ES NORMAL??

Dejé de la tienda y, por supuesto, no me llevé las blusas. Tan asqueada estaba.

Cuando me encontré al jevi por el pasillo del centro comercial fui a por lo que realmente me gusta. Al final salí con un perfume de Jean Paul Gautier y no nos llevamos un netbook porque queríamos ver mejor las características técnicas en internet y comparar con otros.

El netbook es CHU-LÍ-SI-MO, está bien de precio, es una pequeña maravilla y hasta el color mola. Estoy TAN tentada de comprarlo…

Ya me vestiré con una sábana y cuerdas si eso.

domingo, febrero 20, 2011

 

O estamos todos locos o depende de si, en un momento dado, alguien te ha colgado una etiqueta. O hay tantos grados de locura que quién sabe. Quién sabe dónde está el límite.

Que cada uno tenemos nuestros fantasmas y esas avispas machaconas que nos persiguen y a veces hacen enjambre y nos pueden. Otras, se mata al bicho de un palmetazo y aquí paz y después gloria.

La patada al avispero suele venir de improviso y convertirse en un drama en menos que pica la primera. Te envuelve y ya no deja respirar, ni ver, ni pensar.

Y esta vez ha sido enjambre MUY cabreado.

Que en los zumbidos van repitiendo las frases que hacen eco en la cabeza desde que recuerdo. Las mismas siempre.

Ser consciente de que es una paranoia no hace que, en su fase más aguda, sea capaz de operar sobre ella. Razonar y darme cuenta de que no puede ser, de que es imposible que todo a la vez esté sucediendo, no me exime de sentirlo y vivirlo como tal.

Es complicado. Como algunas relaciones en Facebook.

lunes, febrero 14, 2011

 

Está claro que el baño del dormitorio principal me odia. Por qué si no me tortura cada mañana con cambios de temperatura al azar.

Pero ya voy aprendiendo y le voy ganando el pulso. Sigue intentando escaldarme/helarme, pero ¡ja! ya no me pilla por sorpresa. También he descubierto que, pegando primero la cortina de la ducha a la bañera con agua, a veces no se levanta para pegárseme, helada, en los riñones.

Los resbalones los tengo más o menos controlados. Vamos bien.

Esta mañana he abierto el grifo y me he inclinado sobre la bañera para regular la temperatura del agua. Juraría que he oído algo así como Vendetta! (¿o era Penitenciágite!) justo antes de que me cayera la barra de la cortina sobre el cogote.

AY OSTIA JOD… ¡COPÓNYA!

Seguiremos informando desde el cuartel general. Esto no va a quedar así.

domingo, febrero 13, 2011

 

Escrito en Julio de 2010.

A veces tengo la impresión de que la vida avanza a saltos. Va fluyendo sin sentir, de pronto hay un parón, un tiempo de sentirse desubicado y ¡plop! nueva realidad. Como el de las mariposas.

El caso es que llega un día o un momento en el que algo hace click y es como si te hubieran quitado un paño de los ojos. De pronto, decides tomar un camino y no otro.

Y no me refiero a grandes decisiones ni cambios. Cosas internas que de pronto ves a una luz nueva.

Yo suelo acompañar esos momentos con cambios de imagen. Bueno, yo y media humanidad, pero en mi caso suelen ser cambios radicales en el pelo. Algo que, no entiendo por qué es tan traumático para algunas mujeres. Me refiero a mantener el corte y largo igual durante años y años y que, si se les corta dos centímetros de más, es un drama que ni Candy Candy.

Siempre he pensado que el pelo crece y el color  se vuelve a cambiar. ¿Qué problema hay? Pero bueno, es difícil que todos compartamos la misma opinión.

La semana pasada me corté el pelo. Mucho. Con lo que me iba cortando el peluquero, iba haciendo un montón. Va a usarlo para rellenos de moño.

jueves, febrero 10, 2011

 

Desde que me he vuelto a dar cuenta (una vez más) de que en el trabajo no hay amigos, ni conocidos ni piedad, ando un poco más cabizbaja. No por triste, que esa parte se pasó, sino por cansada. Cansada mentalmente.

Ya ha pasado también la fase de la angustia de no poder hacer NADA. La de sentirme atrapada por las circunstancias y tener que tragar. La sensación de que me estén agarrando de los brazos y de no poder soltarme.

Llego, curro, me voy. Llego, curro, me voy. No me levanto más que para ir al baño y recoger alguna factura.

Y trabajar así es una auténtica mierda. Sobre todo porque YO NO TRABAJO ASÍ. Nunca lo he hecho.

No leo nada que no sea de trabajo, no me asomo al twitter, no veo los correos. No me paro a charlar con nadie, cuelgo las llamadas personales, no escucho música.

Eso sí, me cunde una barbaridad.

Y también me pasa factura en cuanto salgo por la puerta y se me desborda toda la mala leche donde no debe y con quien no debe. O a solas, que para los ataques de ansiedad no se necesita público.

Y así hasta el próximo revés. Afortunadamente, ya no esperándolo de rodillas y tapándome la cabeza, pero sí bastante jodida.

Cosas que pasan.

He pedido el día libre para no pasar allí el día de mi cumpleaños. Mala suerte: no ha podido ser.

Claro que no todo es malo ¿no? Lo mismo es porque cuando cae el velo negro sobre la cara, todo se ve negro.

Así es que: ya se levantará, o se hará gris.

Igualmente son lentejas.

Pero este es mi blog y me lo follo cuando quiero.

martes, febrero 08, 2011

 

A veces los posts empiezan a moverse y a crecer despacito y adviertes que están vivos. Se retuercen, te llevan a donde no querías, pero sin darte cuenta. Serpientes, ríos, cuerdas de saltar.

A veces los posts crecen vegetalmente salvajes y te devoran las intenciones como una planta carnívora en el silencio más absoluto.

A veces los posts son como gotas de agua con azúcar que te van cayendo en la lengua.

Y cuando intentas atraparlos, se escurren como peces. Peces de gelatina. Gelatina entintada. Tinta de mentira, píxeles, unos y ceros.

Intentas abrir un trozo despacito, porque querías que ahí hubiera una nuez de otro sabor. Pero el post ya ha crecido, se ha hecho fuerte y da coletazos de dragón dejando un rastro a tierra quemada que ya no hay forma de tapar. Te quedas con tu nuez en la mano, con tu mejor cara de gilipollas, como en aquella canción de Javier Krahe.

A veces los post nacen muertos y hay que dejarlos respirar sus últimas bocanadas para luego freírlos con harina o dejar que se disuelvan, así sin grandes traumas. Muertos de humo.

Porque a veces los posts tienen vida propia.

lunes, febrero 07, 2011

 

Yo, que me engancho a todo, creo que podría haber sido cualquier cosa. O no. Porque cobarde, a pesar de todos los esfuerzos maternos para que no lo fuese, siempre he sido un rato. O no.

Podría haber sido maquinera, bacalaera. Una forma de evasión como cualquier otra: bailar hasta desaparecer, hasta perder la noción de todo. Ojos cerrados para ver a través de los párpados los flashes de luz. Podría, sí.

Jugar. Podría haber sido ludópata. Lo soy, bastante.

Pero no, elegí ser lo que ahora, tomándolo a chufla, se conoce como emo. Yo no sé si por aquellos 90 éramos más o menos ridículos que los emo de ahora. Ser siniestro (que era como nos llamábamos entonces) no era que te gustase tal o cual grupo: era un modo de vida. Como ya apuntaba maneras, por supuesto, no escogí, me sentí escogida e identificada por un movimiento negro caracterizado por la introspección y la depresión. Ahí es nada. Y ser siniestro era dejarte llevar por sentimientos oscuros (que tampoco me cuesta nada), ser la más borde del lugar (nadie me quiere, luego no quiero que nadie lo haga) y ponerte el uniforme. El de todo es una mierda y por eso nada me importa. El de los pelos cardados, la piel blanca y todo en negro. Medallones, cruces, labios morados, zapatones con suela de goma negra.

Yo podría haber elegido acercarme a otra cosa. O me podrían haber elegido a mi. Cualquier otra forma de evasión.

Porque al periodo siniestro le siguió el alcohólico en la búsqueda incesante de aprobación e integración. Por supuesto, acabé fumando. Todo para sentirme acogida en el grupo del instituto donde no hicieron más que alimentar mi baja autoestima. Y de eso saqué más depresiones (la cabra tira al monte, qué le vamos a hacer) y paquete y medio diario durante años.

Tengo la impresión de que nunca acabo de encajar en ninguna parte. Mi capacidad de adaptación a cualquier ambiente y persona (cualquiera) que antes parecía una ventaja, no ha sido sino una losa que ha lastrado cada uno de mis pasos.

Y cerca de cambiar de decena, habiendo cambiando de nombre, de ciudad, de físico, de barrio, de estilo, peinado y de pensamiento (en un reinventarme tipo ave fénix con las patas en sus propias cenizas) me pregunto ¿quién soy?

Ya está bien de adaptarme ¿no? Ya está bien :-)

Pss pss sgueme
Bereni-C reloaded

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