lunes, septiembre 15, 2008
Ese momento en el que te miro a los ojos y ¡ZAS! Lo mismito que cazar una mosca. La mano bien abierta y ¡ajá! Te tengo. Te conozco. El tan manido Aleph o el momento de iluminación sangustiniana. Sé por dónde respiras, vamos, que te he calado. Y en esos momentos se me dibuja una sonrisa de esas del gato de Chesire, más por lo invisible (rictus imperturbable en el exterior) que por lo amplia. Sonrisilla de doctor Maligno, gesto chulesco a lo Clint Eastwood. Sonrisilla de semi-atención para ti, que parecer que Bere no se entera también tiene sus ventajas. :-)
Y a partir de ahí claro, seguridad y calma. Precaución, según los casos. Mucho mejor sin sorpresas.
Ese pequeño placer de descubrir sin ser visto, sensación lógica y racionalmente estúpida, egoista e infantilmente perfecta :-)
Ese pequeño placer de descubrir sin ser visto, sensación lógica y racionalmente estúpida, egoista e infantilmente perfecta :-)
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