Empezar un libro. Porque está ahí, sí. Y si lo tengo es porque me ha gustado el título, o la portada, o su reseña en una revista. Normalmente, no suelo leer libros que me regalen. La obligación de leerlos en función de los gustos literarios del que regala bloquea cualquier deseo de abrir tan siquiera la tapa. Claro que hay excepciones, pero eso es otro tema.
Empezar un libro. Acariciarle el lomo, oler su contenido, hacerme a la idea. El miedo. Y si no me gusta, y si es un bodrio, y si. Y si remueve cosas que no quiero remover, y si es una estupidez o un insulto a la documentación, la lógica, la traducción, lo que sea. Menudo cabreo, menuda pérdida de tiempo. Algún encuentro he tenido en los que el susodicho taco de hojas no ha salido volando por la ventana porque me he contenido.
Voy a iniciar una nueva lectura. Esto es entre tú y yo. Sobre mi mesilla o en la estantería. Ahí. Pasan los días, las semanas, los meses. Incluso los años. No me acabo de decidir, no. Hasta que un día me lanzo y me obligo a pasar de la primera página, a superar la pereza de conocer a los nuevos personajes, a hacer el esfuerzo por sumergirme en un algo que por ahora es lo desconocido.
Hasta que un día me lanzo y... Me gusta, me fascina, lo devoro. Ya sólo me quedan cuatro o cinco páginas. Tengo que parar. Se acaba. Y luego sé que vendrán otra vez el vacío, la pereza. Paladeo su olor, el tacto de las páginas, intento postergar lo inevitable. Cerrojo y fin. Quedarme como un pasmarote ante la última página, sin querer creerme que eso es todo. Este libro fue impreso en los talleres... patético. Se acabó pero yo sigo buscando. Hasta que me doy por vencida y doy la vuelta a la puerta definitiva, contraportada y ruido de pared que se sella.
Aquí estoy justo antes de. La historia de Firmin no promete un final feliz. Pobre rata. Pero yo no quiero dejar de leer, ni separarme de Firmin. Pero quiero saber, pero si sé, se marchará y ya no habrá más rata ni más monólogos de rata. No creo que busque más obras del mismo autor ¿para qué? ¿para desengañarme una y otra vez de la desgracia de que el primer libro que leí de García Márquez tuviera que ser, precisamente, Cien años de soledad y que todo lo posterior me dejara un hambre voraz por su surrealismo mágico nunca vuelto a encontrar? (sí parecido, no igual). Ahí se quedaron Meme, Amaranta. Y en otros libros, Sophie, Lolita, Charles Ryder, Alicia, Horacio Oliveira, Dorothy, Harry Potter, Trul y Clapaucio, Alfanhuí y tantos más. Tuve que despedirme de ellos como quien se arranca una tira de cera de las piernas rasssssssssssssss, sin querer, por obligación. Quedándome así como coja o huérfana durante un tiempo. Sabiendo que ahora me toca llenar el hueco y dándome TANTA PEREZA empezar otra búsqueda.
Alguna vez he pensado en no seguir leyendo. Y ya está. Ahí se queda Firmin, sé que sigue contando su vida, sé que está ahí vivo. Pero no soy capaz.
En fin. Voy a leerme el último capítulo. Firmin, allá voy.
Me han entrado ganas de leerme la historia de Firmin :D A mi me pasa algo parecido a ti con esto de la lectura. Y pensar que hay gente que en su vida a abierto un libro por placer, sólo los del colegio y porque estaban obligados... no lo entenderé nunca :D
me temo que es un comentario off topic: ¿por que pone lunes, 21 de julio de 2008? No sé por qué, pero me ha recordado a la pelicula "Luz de Gas"...
jajaja!! Es que Bere se pasa todo el día corre que te corre y a veces va MU rápido...
Hala, maja... cuéntame qué tal...
¡Ains! ¡Qué malo el sentmiento de abandono! ¡Sobretodo cuando se trata de las páginas de un libro!
Como dijo Aristóteles:
"La riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión."
Cuando un libro se acaba, se convierte en una ex-novia (o ex-novio en el caso de ellas, heteros... o ellos, homos), por mucho que se haya disfrutado de él/ella, cuando os volvéis a ver, como que ya no es lo mismo. Los dejamos de poseer.
Perdón por la divagación, pero me ha gustado tu reflexión (ahora estoy con empezar o no 'Las enseñanzas de Don Juan', de Castaneda, pero NO ME ATREVO -¿y si me gusta?-).
En fin, un saludo. Creo que me voy a pasar más por tu blog.
Por cierto, mi camino hasta aquí ha sido el siguiente:
Wardog (¡grande!) > Mujer Tirita (si pasas por BCN otra vez, avisa, yo pongo el güisqui -en mi caso sera burbon...-) > Bereni-C (has ganado un lector)
¡Y el comentario de antes es de Tirita! ¡Juas, juas, juas!
¡Salud!
¡Bufff!
Lo mio es grave, no paro de comprar libros, voy contentísima a la tienda con la idea clara, me llevo el libro y soy feliz, incluso paro en una cafetería y empiezo a leerlo... pero, ay, cuando llego a casa, no sé por qué extraño fenómeno, deja de interesarme. Atención sesgada, le llaman.
Ójalá me pasara igual con los hombres :)
P.S. Si entras en mi blog, verás que está cerrado al público, no es por mala educación, es que he cerrado hasta septiembre *:*
Hala, hala... veo, veo que tú has hecho lo mismo con tu otro blog y yo dándote explicaciones aún sin conocerte, esto de ser tan cortés...
Mi otro blog no está cerrado al público ;-) Sólo lo abandoné por un tiempo y luego quise hacer otro para alejarme de toda la carga negativa que arrastraba el otro.
Gracias por comentar.
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