Esto de ser un manojo de hormonas y sinapsis químicas es un asco. Porque nos creemos con libre albedrío pero que me aspen si eso es cierto. No sé quién soy ni hasta qué punto. No sé qué soy porque se combinaron así mis genes, qué es producto de mi estricta educación, qué traumas me manejan, qué zanahorias me pusieron delante que ahora me siguen haciendo caminar. No sé si estoy contenta por la luz y su efecto en mi cerebro, si son las endorfinas, si el amor es verdad o una imposición del instinto.
Y es que se abre la primera flor y ahí estaba, escondido, un Descartes como otro cualquiera, como todos los años, saltándote al cuello. Un poco más allá surgen los Sócrates a manojos de sólo-sé-que-no-se-nadas.
Por dios, qué sinvivir.
Amén.
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