...tengo que cerrar una puerta,
...tengo que decir adiós,
...tengo que alejarme despacito o muy rápido, no sé,
...y no sé si voy a reír o a llorar o ambas cosas, o ninguna.
...tengo que despedirme de gente que me repugna,
...tengo que abrazar a la gente a la que quiero TANTO,
...tengo que oír una y mil veces: nos llamamos, seguimos en contacto ¡tenemos que quedar!
...sabiendo que es mentira y forzando cara de póquer.
Porque sé que se acabó.
...no tendremos nada en común,
...no tendremos tiempo,
...o peor aún, no tendremos ganas.
Adiós a las comidas en las que la risa impedía comer,
...al asiático donde hacer de psicólogos,
...a las compras y pruébate esto, no, lo otro, una talla más... ain!
...ayúdame a comprar un regalo.
Se acabó. Y yo lo sé, pero no vosotros.
En fin. Me daré la vuelta y os habré olvidado. Y vosotros a mí.
Será como si nunca hubiese existido.
Mi hueco cubierto. Mi cubilete lleno de bolígrafos extraños.
En fin.
El cambio es a mejor, que es lo que importa.
Y cuando verdaderamente hay interés nunca se pierde el contacto. Más de uno se acordará de ti, seguro.
Es la putada de las despedidas. ;)
Rara vez se hacen amigos en el puesto de trabajo. Habitualmente son sucedáneos. Pero hay excepciones. Pocas, pero hay.
Que no sea nada. Por cierto, ¿has ensayado el corte de manga?
Lo mejor es la sensación de libertad/liberación que sientes una vez fuera ¿o no?
Sé lo que es...
Todo tiene un comienzo y tiene un final, y las despedidas forman parte de la vida. No es posible evolucionar sin dejar nada atrás, incluso aquello a lo que no queremos decir adios. Sin dolor no se crece.
Yo hay gente con la que hace mucho tiempo que no tengo contacto, y a la que recuerdo más de una vez. No creo que las huellas que dejamos en los demás sean tan efímeras...
Publicar un comentario