sábado, agosto 11, 2007
Un nombre identifica, singulariza, define, señala.
Por eso, aunque no sabía tu nombre, quería y no quería saberlo. Imaginaba mil formas de encontrarnos y quizás un susurro al oído. Pero no así.
Como de pasada alguien un día te identificó, te singularizó, te definió, te señaló.
Y era tu nombre pero no podía serlo. No encajaba en los susurros, no casaba en el doblaje. Te señaló como persona, singularizó mi sueño, definió y mató a la mariposilla de mi deseo: la clavó con un alfiler en el corcho de un simple nombre propio que, además, no me gustaba.
Por eso a lo mejor hubiera sido mejor no saberlo. Porque total, no me quedaba más que soñarte y, siendo así, cualquiera de mis nombres hubiera valido.
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