Pues ya estamos otra vez en la montaña rusa. Traje nuevo, blusa nueva, zapatos de tacón y a venderme. El traje me engorda (porque me quita formas y parezco un rollo de mortadela gigante), la blusa me la compré ayer corriendo y la cogí una talla más de la que tengo (chaqueta cerradita, pues) y voy pintada como una puerta pero mona. Hala, a intentar engañar al futurible (futurible jefe, se entiende). Sofi me dice que vaya con lo que me sienta cómoda, eso sí, con traje. Y yo le digo que para ir cómoda tendría que ponerme los vaqueros y los tenis o bien el pijama. Así es que, sí, soy un fraude.
Y, como siempre que voy a la subasta del un dos tres (en la que yo soy el chollo escondido en la calabaza, tsk, una pena que no se den cuenta de primeras), iré escuchando esta canción que siempre me hace creer que me puedo comer el mundo.
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