Ya desde antes de conocerla, Ñ. la echaba de menos porque nunca estaba. Con un dolor sordo de comienzo, de sonrisa abierta.
Se asomaba a la ventanilla del tren con la esperanza de, pero sólo con la esperanza. Bueno, eso no es del todo cierto: también llevaba el miedo, la ilusión y la cosquilla en el estómago, como si estuviese enamorada, qué cosas.
Primero se intuyeron, se dejaron mensajes de eco, de modo que cuando Ñ. llegaba a un lugar donde ella hubiera estado, oía el final de sus palabras. El inmenso placer consistía en jugar a hacer combinaciones de posibles significados sólo con unas pocas sílabas.
Luego, conscientes una de la otra, se fueron mandando pequeñas fruslerías en botellas que bebían con avidez a destiempo.
Y así pasaron los días. Y se encontraron. Pero, como todo, al descompás. Hasta que el tren dejó de pasar por aquellas estaciones, escasearon las botellas, el eco empezó a dormirse en las cortinas.
Y después de conocerla, Ñ. la echaba de menos, porque nunca estaba. Con un dolor sordo de adiós, de ojos cerrados.
Qué cosas.
Mmmm...
Buen post. Aunque si hay algo evidente para los demás, soy muy monguer, no caigo xD.
En cualquier caso, me ha encantado :D
Tienes que escribir un libro de vidas ejemplares... Ayyyy
breve encuentro! =)
a Ñ le gusta echar de menos, verdad?
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