El siguiente señor sin dientes que nos sacaron sí era mi papi de mi corazón. Y tuve que hacer un esfuerzo muy grande por no echarme a llorar, tan pequeñito en su cama, tan desvalido, tan atontado.
El primer día casi no lo vi porque me tocó hacer de RadioTaxi. Y es que lo malo de no tener hermanos ni jevi con carné es que todo te toca a ti. Así es que por la mañana recogí a mi madre, volví, recogí a mi madrina, llevé a mi abuela, llevé a mi madre a unos recados, las recogí a todas del hospital, las llevé de vuelta a sus casas… A la cuarta vuelta casi les pido que piquen el billete, menudo complejo de chófer de autobús.
A las 9 de la noche yo ya no sabía si iba o venía, si me habían operado a mí o al vecino del quinto y si mi abuela fumaba.
Y poco más, porque el segundo día por la mañana me llamó el operado para decirme que allí ya no lo querían más (tsk, desagradecidos, con lo que adornaba) y que para casa. Que le llevara el chandal gris (voz de mi madre de fondo: ¡qué gris ni qué gris! ¡es azul! ¡nena, el azul!). Mi padre: es gris, hija, es gris, no le hagas caso a tu madre.
Abro el armario. Mi padre tiene dos chandals (chandals??? chandales???): uno gris con una raya azul Y OTRO AZUL con una raya gris. Meto los dos en una bolsa y que discutan cuando los vean, yo ya no estoy pa pensar.
Y bueno, ya está. El bulto maligno es historia, parece que se ha pillado muy a tiempo y todo ha salido tan bien que probablemente no sepamos más del asunto. Él ya está en su casita y nosotros en la nuestra a 500 y pico kilómetros :-/
Muchas gracias a todos los que habéis preguntado y me habéis animado. :-)