Me llaman me pinto me visto bla bla bla hala a la entrevista. Niña buena sentada en silloncito de la muerte en recepción cuando aparece por la puerta y viene derecho pa mí el mismísimo Dr. House in person. Así, tal cual. Os juro por esnupi que este tío tendría acento catalán, sería más bajito y más delgado, no mostraba atisbo de barba y andaba perfectamente pero ¡QUE ERA IGUALITO QUE EL JAUS DE LA SERIE! (Bere con la misma expresión que las vacas cuando ven pasar un tren). Eh? uh? Gregorio? No, no, Andrés, Andrés García. Ah, bueno, ufff qué susto. (Yo, por si acaso, me he pasao toa la entrevista poniendo cara de estar sana como una pera y sin dejar que se me acercase en ningún momento, no fuera a notarme el pulso raro o el color de las orejas distinto y me mandase hacer una resonancia hasta que convulsionase y tuviera que ponerme diez tratamientos distintos hasta dejarme al borde de la muerte y luego entre aplausos y toques de guitarra eléctrica, salvarme la vida en un segundo. Uff... demasiao estrés).
Y el resto, como siempre. DOS HORAS de entrevista, una conversación en inglés, el curriculum, fotocopia del diploma de la Universidad de las Ovejitas donde cursé mis estudios de rumiante, vida laboral y ya te llamaremos. He estao por llevarme también la última radiografía dental que me hicieron y las ecografías de mini-bere pero no, que no hacía falta, pero que si me llaman para otra entrevista, que no se me olvide el certificado de notas de toda la carrera. Y esto pa ser Ovejita de mierda, que si fuera para el puesto de Lobo Estepario seguro que me hacen una endoscopia para filmarla. En fins. Cambiar no cambiaré de curro pero las entrevistas ya las hago hasta haciendo el pino puente sin mover una ceja. Y lo que me distraigo, oiga.