Ahora que nadie te quiere, voy a quererte yo.
Esta vocación de ir donde me niegan la llamada a gritos pero se me encuentra con los ojos ya me ha deparado algún mordisco. Demasiados.
Con los años, apenas si hay ya verdadera renuncia y no permito que los lazos se me hagan cadena. Sobre todo porque, a hostia limpia, he aprendido a diferenciar en uno-dos-tres al animalito sin domesticar de las sirenas de La Odisea. Y porque, a veces, es mejor cerrar los ojos y retirar la mano.
Esta tendencia ciega a la que no sé escapar también me ha dado pequeños tesoros que brillan en la oscuridad bajo la cama, sobre el armario, en el bolso.
Creo que no puedo quejarme. O sí. Da igual, de todas formas, soy el escorpión sobre el lomo de la rana. Por suerte o por desgracia.
No te conozco de nada pero la casualidad me ha llevado a leer tu blog desde hace ya bastante tiempo. Me gusta mucho leer todo lo que escribes y descubrir que las tripas de la oveja se parecen a veces a las mías.
Un abrazo!
Salva
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