sábado, junio 26, 2010

 

Venden la casa de mi bisabuela. Esa que fue de sus padres y a la que volvió cuando su marido cogió la bici y se fue a Madrid sin decir ni pío. Que no al pueblo de al lado ni a por tabaco, no: a más de 500 km. Una mujer pequeñita y delgada, toda nervio y trabajo duro con tres hijos, el mayor con tres años. Una mujer seca y con muy mala leche.

En esa casa de tres habitaciones vivieron muchas mujeres de la familia que, por una u otra causa, acabaron solas con sus hijos.

En esa casa estaba la dama de noche y el patio lleno de macetas. Y el lebrillo. Las salamanquesas, los abanicos de plástico, las sillas de enea. El hule y el gran botijo blanco con su cigüeñita de plástico para tapar el agujero, los botijos pequeñitos para los niños. Los soldaditos de plástico, el agua fría y distinta del grifo pequeño de la cocina.

Las novelitas para mujeres, los folletines del Oeste. Estela y su vestido de novia y Por un puñado de dólares, así, sin transición alguna, me las iba bebiendo con los ojos. Porque mi bisabuela leía muchísimo. Como toda su descendencia.

Esa casa que huele a tierra mojada, a galletas Cuétara (que siempre me han sabido a manido) y a tortas locas.

Cayéndose a pedazos, que nadie la quiere y no se vende. Y que yo no puedo comprar, aunque ya me gustaría.

Esa casa de la que tengo que hablar para que no se pierda, pero que cuando intento describir es un nudo en el pecho y una bofetada de olores tiernos, a verde, a limones, a eucaliptos, y una mezcla de sentimientos que no sabría desenredar. O sí.

Lo que se vende no es una casa, es la historia de unas vidas. De las mujeres que en ella lucharon por salir adelante, de la infancia de sus hijos y nietos. De donde mi madre salió vestida de blanco para emigrar. Donde, durante muchos años, nos hemos reunido cada sábado por la tarde varias generaciones. Lo que se vende es un pedazo de nosotros.

4 comentarios:
  • 26/6/10 00:50, Nuria dijo...

    Sé de lo que hablas, la casa de mis bisabuelos se vendió también. Luego la tiraron al suelo, y con la crisis, el nuevo dueño no pudo edificar nada en el solar que quedó.

    Vivo dos calles más arriba, y todos los días al girar la esquina, un pedazo de realidad me estampa un tortazo en toda la cara.

  • 26/6/10 20:49, Biónica dijo...

    Me has tocado la fibra Bere. De una casa así pensaba hablar un día. Gracias por el post. Precioso.

  • 30/6/10 18:42, Gacela dijo...

    Buf... nosotros, mi hermano y yo, vendimos la casa de mi tía abuela y a mí me costó horrores dar el paso. La casa en la que cayó un obús en la guerra civil y luego reconstruyeron, la de las historias de mi abuela subiéndose por los tejados, la que, como tú cuentas, nos había reunido tantas veces.

    Mira que me dolió, sentía que le estaba poniendo precio a los recuerdos. Y hasta me sentía culpable, aunque no podía hacer otra cosa.

    En fin...

  • 5/7/10 09:39, Izaskun dijo...

    En mi familia no hay una casa que haya durado tantas generaciones. Espero que la que estamos construyendo ahora sea, algún día, una casa llena de recuerdos para mis (hipotéticos) bisnietos.

Pss pss sgueme
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