martes, junio 08, 2010

Primero fueron las manzanas y tuve que buscarlas yo sola.

Y luego los cascabeles que me recordaban que hay gente que merece la pena.

Volver al centro comercial al que íbamos casi a diario y del que conocíamos cada rincón sigue siendo recordar que era donde huíamos del puto curro. Donde buscaste el vestido para la graduación secreta de tu chico, donde compré poco a poco todo lo que necesitaría para la llegada de Minibere, donde escogiste ese móvil tan morado y tan fashion, donde todo.

Cuando ya es apenas una media sonrisa y un dónde estarás, busco la tienda y no hay forma. Andén 9 y 3/4. Miro y remiro. La tienda de los olores y la francesa coñazo, de los jabones milagrosos y las cremas de fruta. Esa que íbamos a montar en el Bernabeu. Plop, como una pompa de jabón. Y es que incluso su espacio ha desaparecido, se lo han tragado una óptica y una tienda de gilipolleces de la naturaleza (sí, bueno, de esas que tanto te gustan, sigh).

Entrar en ella y recorrer las estanterías era como volver a visitarla contigo y oír tus explicaciones. Una punzadita dolorosa pero a la vez suave y dulce. Entrar en ella e ir a tiro fijo, a por lo de siempre que no encuentro en ninguna otra parte. Que la francesa coñazo me diera un poco la chapa y no nos recordara después de tantas veces.

Me paro en el pasillo, incrédula. Porque tú no estás y ahora la tienda tampoco.

Y duele mucho más de lo que yo sé explicar.

3 comentarios:
  • 8/6/10 17:13, Lucy dijo...

    sin palabras...no me imagino el hueco que ha dejado la tienda de perfumes...porque el otro hueco si...

  • 8/6/10 17:55, Nuria dijo...

    Siempre es peor para el que se queda en el ambiente compartido. Se reencuentran espacios, lugares, personas... y eso día tras día.

    El que se fue lo tiene más sencillo.

    Ánimos.

  • 8/6/10 20:49, Gordipé dijo...

    Lo has resumido estupendamente: duele más de lo que podemos explicar. Un beso.

Pss pss sgueme
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