martes, enero 05, 2010

Ya desde antes de conocerla, Ñ. la echaba de menos porque nunca estaba. Con un dolor sordo de comienzo, de sonrisa abierta.

Se asomaba a la ventanilla del tren con la esperanza de, pero sólo con la esperanza. Bueno, eso no es del todo cierto: también llevaba el miedo, la ilusión y la cosquilla en el estómago, como si estuviese enamorada, qué cosas.

Primero se intuyeron, se dejaron mensajes de eco, de modo que cuando Ñ. llegaba a un lugar donde ella hubiera estado, oía el final de sus palabras. El inmenso placer consistía en jugar a hacer combinaciones de posibles significados sólo con unas pocas sílabas.

Luego, conscientes una de la otra, se fueron mandando pequeñas fruslerías en botellas que bebían con avidez a destiempo.

Y así pasaron los días. Y se encontraron. Pero, como todo, al descompás. Hasta que el tren dejó de pasar por aquellas estaciones, escasearon las botellas, el eco empezó a dormirse en las cortinas.

Y después de conocerla, Ñ. la echaba de menos, porque nunca estaba. Con un dolor sordo de adiós, de ojos cerrados.

Qué cosas.

3 comentarios:
  • 6/1/10 03:11, Biónica dijo...

    Mmmm...

    Buen post. Aunque si hay algo evidente para los demás, soy muy monguer, no caigo xD.

    En cualquier caso, me ha encantado :D

  • 7/1/10 20:34, ynosek(+)kontarte dijo...

    Tienes que escribir un libro de vidas ejemplares... Ayyyy

  • 9/1/10 10:37, Neo dijo...

    breve encuentro! =)
    a Ñ le gusta echar de menos, verdad?

Pss pss sgueme
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