lunes, junio 22, 2009

Hasta el día en que le plantan un modernísimo edificio ante la ventana del estudio, L. no sabe nada. Son veinte pisos que arrojan una sombra nueva a los muebles y revelan un rincón secreto con el cambio de luz. Bueno, no es que fuese secreto, es que no se veía ahí, en un lateral de escritorio, pegadito a la pared norte. No puede ser que haya aparecido de repente, se dice L. en su desconcierto

Pero lo peor es lo que allí hay. Pedacitos pequeños como de cristal, rojo oscuro, que con un latir suave y rítmico parecen querer dar saltitos de ballet. Qué monos.

L. se queda mirando y siente el dolor estriado en el pecho, un dolor nuevo y agudo recién descubierto, como los trozos olvidados.

L. los reconoce. Y se le viene a la boca el recuerdo de un crac-cris oído así como de lejos mientras trabajaba, leía o hablaba por teléfono. No le hizo caso, lo había borrado de su memoria.

Sin haber tenido consciencia del golpe antiguo, agarrándose el pecho en un intento ridículo por minimizar cuánto le duele, L. acaba de reencontrar unos añicos de su corazón mientras en su cabeza se mezclan ideas de analgésicos y pegamento, o tiritas o café; cómo no, un café lo arregla todo.

2 comentarios:
Pss pss sgueme
Bereni-C reloaded

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