martes, septiembre 23, 2008

El espejo del alma, sí. Pero no. Más o menos bonitos, gran gama de colores de variada intensidad: pero no. Todo leyenda.

Lo que verdaderamente me asusta es que lean en las comisuras de mis labios. Porque es lo que no puedo (o no sé) controlar. El rictus amargo o de desprecio cuando no te aguanto, por mucho que ojitos que brillen y palabras amables que en realidad son un escudo, un refugio, una defensa, un ataque. Y esos bordes delatores que suben casi imperceptiblemente hacia arriba (¡traidores!) aunque mi cara fría y sin mover otro músculo y un tono de indiferencia en la voz. Pero no, ahí están los malditos, curvados hacia arriba, delatando mi placer.

Los ojos no pasan de ser dos canicas vivas para hacer poemas, ahogarse en remolinos de chocolate, mojarse en las estrellas verdes, navegar por las nubes negras, dar lametazos azules, beber de los pozos de miel.

Los ojos como señal de alegría sincera, porque una sonrisa sin ojitos de cristal no es de verdad.

Pero la boca. Ay, que me pierde.

Y no me asusta ser transparente, es que me aterra.

1 comentario:
  • 23/9/08 17:22, ynosek(+)kontarte dijo...

    hija mía ... yo soy igual, PERO CON TODA LA CARA ... se me nota un huevo que me pasa algo, que algo no me parece bien, que estoy mosqueado, o que estoy súper contento ...

    es una lata ..... jo

Pss pss sgueme
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