Se repiten. Es increíble cómo un impulso primario, siempre el mismo, te hace olvidar los nunca más. Y los vas apretando poquito a poco, con fuerza y firmeza hasta que quedan plegaditos cual manojo de servilletas de bar. Uno más. Y otro. Y otro más. Este por aquí... este por allí... Es ridículo lo simples, lo tontos, lo infantiles:
No confiaré
No bajaré la guardia
No me dejaré engañar
No esperaré que no me fallen
No abriré todas las puertas
No iré a cara descubierta
Y un día el muelle falla, la tapa sale despedida y te saltan todos a la cara. Y como tienen bordes afilados, arañan. Toca bola de algodón y betadine. Se te ve hecho un cromo con tanto marrón y herida, pero ya se curará. Por el momento duele duele duele: la estupidez, la candidez y el orgullo. Acabará pasando.
Y volverás a empezar a guardar nunca más.
Ains, espera que no sea del curro otra vez
:-(
Publicar un comentario