viernes, septiembre 22, 2006



Pues es que hay días que no, y que no y ya está. Caen chuzos de punta y todo se vuelven pulgas. Como un gato al que le han echado un jarro de agua, los bigotes caídos, las orejas hacia atrás, ese silbido de pura mala hostia casi inaudible.

Hay días que no. Y te caen encima las penas, el frío, recuerdos que pensabas que ni siquiera tenías almacenados, voces que resuenan como eco recién parido, imágenes de hace años, sentimientos de hace un siglo, el dolor en las puntas de los dedos. Y lo más curioso, y lo peor: que duele como si no hubiesen transcurrido más que unas horas, y que se acumula, y así acabas con la cabeza a reventar, con la espalda doblada y ganas de meterte en la cama a ver si aligeras el peso.

Que no tienes ganas de hablar, que no entiendes las bromas, que te preguntas acerca de todo, si merece la pena, si no te engañan, si verdaderamente pintas algo.

Es que hay días que no.

1 comentario:
  • 22/9/06 01:41, Guillermo dijo...

    En esos días lo mejor es darse un paseo bien largo, sentarse un rato, comprarse un heladito o un refresco y seguir andando, más de lo que lo harías normalmente. El paseo te puede servir de algo o no pero cuando te vas a dormir estás tan hecho polvo que caes rendido al segundo y no te comes la cabeza en espera de que venga el sueño, que a veces esa larga espera puede ser terrible.
    Pero bueno si uno ya viene cansado del trabajo se lo puede ahorrar :-P e irse directamente a por heladito, la cerveza, la tableta de chocolate (sin abusar) y ponerse una buena peli de humor.

    Pero bueno cada uno tendrá su manera de evadirse de la realidad. Lo importante es que los demás se den cuenta de tu estado y no te toquen mucho las narices.

Pss pss sgueme
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