domingo, agosto 27, 2006

Más me hubiera valido balar (joe qué efecto cacofónico más gilipollas) antes de ir a este restaurante. Partiendo de la base de que soy consciente de que me leen cuatro gatos y da la casualidad de que han ido conmigo al sitio este, no pierdo la esperanza de que alguien más de Madrid lea este post y tome nota. Pero ojo, no me refiero a los demás de la misma cadena, donde el trato y la calidad siempre han sido estupendos. Sólo hablo de este sitio en concreto.

La primera en la frente: "Hola ¿cuántos van a ser?" "Cinco". "Ah, pues aquí" (y nos dirige a una mesa de 4)... Esta tía no sabe contar o es una culo estrecho que en su subconsciente rechaza el sexo anal (o algo, es que no se me ocurren más explicaciones).

Acabamos de salir de una olla de cocido (ya pueden llamarle spá o como quieran) y hemos estado andando un buen rato. Las lenguas se nos pegan al paladar como si fueran estopajos (no, no podemos pronunciar las erres, demasiada sequedad). Nos da las cartas. "Ya sabemos las bebidas ¿nos podría...". "No no no, hay gente que está antes que ustedes" Y se larga. Hala, con dos cojones. Cara de pasmo de mi vecina de enfrente. Aprovecho para darle un toquecito en la barbilla y cerrarle la boca (no vaya a ser que le entren moscas, ya se sabe, y es que se la ha quedao como desencajá a mitad de la frase).

Por fin le da la gana de venir a tomar nota. "Pues queremos un tal, dos taliscuales y esto, lo otro y... por favor, este plato pero si no le importa en vez de esto me pone lo otro." Careto de la camarera. Se va y nos deja a tos papando moscas. Vuelve y me dice que sí. "Bien, pues entonces eso". "No no no ¿pero esto?" "Sí, justo lo que le he preguntado antes". "¿Y no te da igual con macarrones?". Muy bien, bonita, trabajando en un italiano y no distingues un tipo de pasta de un bigudí, perfecto. "No, le he preguntado antes que si podía ser esto". Careto, muecas. Se larga sin decir ni pío. Mi vecino de al lado se queda con el dedo en el aire cual prócer sobre su caballo y, por supuesto, la boca abierta. Vuelve a los 5 minutos. Ya estamos todos cabreados porque aún no ha anotado nada.

Al rato llega la comida. Teníamos que haber sido más previsores y explicarle lo que queríamos con palitos o manzanas o yo qué sé. Nos falta uno de los entrantes (¿qué pensará esta señora que quiere decir dos?) De esto nos damos cuenta al repartirlos, claro, porque los deja todos en una esquina de la mesa. Da gusto encontrarse con admiradores del Inspector Gadget pero tampoco hay que llegar al extremo de pensar que todos tenemos sus habilidades, así es que tras varios intentos de "¡adelante gadgeto-brazos!" y ver que no sucedía nada... hemos ido pasándonos las cosas de una a otra punta.

En fin, resumo: media hora entre primer y segundo plato. Uno de los comensales se nos ha dormido (lo juro por esnupi). En ese intervalo, los vecinos de mesa se han agarrado un cabreo de tres pares y se han largado con viento fresco (no queremos saber por qué, bastante tenemos con la camarera lista que nos ha tocado).

Huímos de allí como de la peste. El café no nos lo tomamos en ese sitio ni de coña. Afortunadamente (rima asonante, qué bonito), sólo tenemos que cruzar la calle para llegar a una terraza al aire libre, nos instalamos en una mesita, al fresco, ay qué bien se está aquí, es de lo más... de lo más... ¡CHOF! Cagarro blanco en la blusa de aquí la escribiente. Levantamos la vista al cielo y vemos con horror cinco culillos esponjosos apuntando hacia la mesa, listos para el bombardeo: estamos justo debajo de un árbol cuajado de jilgueros. Nos hemos mudado de mesa y aún seguimos con la duda de si serán hordas mandadas por la astuta camarera que, si bien no sabía contar, mala leche tenía como para hacer algo así.

Dios... menos mal que mañana es lunes.

3 comentarios:
  • 27/8/06 21:58, Guillermo dijo...

    Si es que para entender de comida italiana hace falta un master, pobre chica, que exigentes sois. Ella que lo hacía con toda su buena fe y voluntad...

    Debe tener lo que se dice la inteligencia justa para pasar el día

  • 28/8/06 14:22, Gacela dijo...

    Pero... los farfalle son lacitos? Si no quiere penne, le valen macarrones? Spaguettis aplastados? Eso existe?

    Ains. Y encima, es que ponía caras, la muchacha. Oiga, que si la molesto si quiere me voy al burger, no te jode...

  • 4/9/06 17:10, Burnout. dijo...

    Tomo nota. Pero que sepas que la Maffia sta en todas partes, catzaro...
    En verano la culpa de estos desaguisados es la costumbre española de contratar para el mes de agosto, o es que todos los vendedores/camareros de pronto se ven afectados por los mismos síntomas: igorancia del menú, desconocimiento de idiomas, falta de ganas de trabajar...
    Sin comentarios.
    Un saludo.

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